En Quillabamba y en Echarate se puede disfrutar de caminos poco transitados, del calor y la vegetación, del café y el agua de coco, pero sobre todo de la amabilidad de la gente.
Al cruzar el abra Málaga piensas que has llegado al cielo. Tienes la sensación de poder tocar las nubes mientras el auto en el que viajas se desliza por un sinfín de curvas a más de cuatro mil metros de altura. Es ahí, en esta última montaña -que debes atravesar durante el viaje a Quillabamba (capital de la provincia de La Convención)-, donde comienza el descenso a la impresionante selva del Cusco.
Mientras el auto sortea las curvas del camino, el paisaje va cambiando de forma sorprendente.
Atrás quedaron los pequeños arbustos andinos y el ichu de la puna. Ahora se ven árboles de plátanos y otros frutales en ambos lados de la carretera. El clima también es otro y el calor se empieza a sentir con más fuerza.
Atrás quedaron los pequeños arbustos andinos y el ichu de la puna. Ahora se ven árboles de plátanos y otros frutales en ambos lados de la carretera. El clima también es otro y el calor se empieza a sentir con más fuerza.
En Quillabamba, desde el Mirador de la Cruz se puede ver la ciudad rodeada por montañas verdes con el río Vilcanota como fondo perfecto para tomar la foto. Abajo, los mototaxis te transportan por un sol a donde quieras. Así puedes llegar a la Plaza del Campesino o hasta la plazoleta dedicada a los mashiguengas. Ambos espacios reflejan la fusión de las culturas de los Andes y de la selva, que se manifiesta perfectamente en esta ciudad.
AROMA DE CAFÉ: Cada taza de café en Quillabamba tiene un significado especial pues se trata del principal cultivo del lugar. No en vano la Central de Cooperativas Agrarias Cafetaleras (Cocla) reúne a 7,500 pequeños productores del valle, los cuales exportan café orgánico a varios países de Europa.
La perfección del producto está garantizada por los paladares de Martín y Germán. "Primero evaluamos el aroma y, luego, el sabor", me explica Martín mientras recorre las 10 o 15 tazas que diariamente debe probar en el laboratorio de Cocla.
SIETE TINAJAS: Echarate está a una hora de Quillabamba, en el camino sin asfalto que va hacia Camisea. La ciudad es custodiada por el Urusayhua, una imponente montaña que se puede observar casi desde cualquier lugar.
Hasta aquí llegan pocos turistas, quizá porque no saben de la hospitalidad de la gente ni de sus caminos, entre naranjos, papayas, cacao y café.
Pero su atractivo principal es la catarata Siete Tinajas, una caprichosa formación rocosa labrada por una caída de agua natural que discurre por siete pozas. Allí puedes disfrutar de un relajante baño y escapar por un momento del sofocante calor. Para terminar la tarde, puedes tomar agua de coco justo al pie de la catarata.
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